De conciertos y recuerdos.

Ayer en la tarde decidí que era buena idea darle un pasón a discos "viejos", tan a la mano me encontré con mi Absolution (de Muse) y decidí escucharlo, no pasé de "Apocalypse please" por diversas circunstancias, así que muy temprano el día de hoy rumbo a la agencia decidí concluir ese disco.

Todo iba muy normal hasta "Falling away with you" seguida de Interlude, en ese punto todo cambió: empezó "Hysteria" y tuve los recuerdos más vivos de la historia sobre un concierto al cual he asistido y sucedió lo ilustrado en la foto: no pude controlar el hecho de que se me pusiera la piel china (chinísima).

Como he comentado en ocasiones anteriores, el ver a Muse es algo que venía esperando desde 1999 y tras 8 años por fin sucedía: Palacio de los Deportes [México-2007]. El concierto lo pasé prácticamente solo, iba con una amiga de quien terminé separado, pero fue uno de los conciertos más felices en la historia.

El punto era: qué cabrona es la sensación de hacer coincidir involuntariamente el mood que tienes con el disco que pusiste, si bien la música no es lo único que juega con el ethos, su principal ventaja es lo rápido que puede manifestar esos cambios a diferencia (por ejemplo) del cine, en el cual si puede crear un cambio muy marcado en los sentimientos (y en la filosofía, a esto sí debo darle crédito porque creo que es más la conexión filosófica de una película con una persona) de una persona, pero se toma su tiempo creando un build-up que termina envolviendo al espectador.

Hagan una prueba: comparen el tiempo en el que un disco les cambia el mood y luego inténtenlo con una película, traten de escoger dos moods contrarios, por ejemplo, "Dancing the whole way home" de Miss Li (un disco en general muy feliz) contra "Seven" dirigida por David Fincher (gran película, me cambia muy cabrón el mood).

¿Alguna sugerencia de Disco vs. Película?

Cheers!

P.D.: disculpen el abuso de la palabra "mood".